martes, 29 de marzo de 2011

Bucólica Sociedad

Conforme te vas acercando a ese edificio puedes observar ya a la gente concentrada en la interpretación de los papeles que han asimilado, inmersa en los rolles que han adquirido a lo largo de su corta vida a través de la publicidad que desprende el resto del conjunto social que les rodea. Una mezcla del instinto animal que nos queda y los patrones de comportamiento copiados de otros sujetos adquiriendo así una personalidad impropia de una manera cuestionablemente libre.


La meta de todos ellos es triunfar, conseguir alcanzar la autorrealización de la que se han mentalizado. Su envidiable despreocupación les anima a conseguirlo, arrastrados por la ignorancia a la que sucumben.


Todos iguales, cual redil de ovejitas. De igual aspecto, igualmente vestidos. Es una moda sí, pero también es prácticamente una obligación indirectamente establecida, pues si no cumplen ciertos cánones se les negará la entrada a su templo. Es el mal llamado derecho de admisión.


Según el Reglamento General de Policía de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas, artículo 59.e), el púclico no podrá […] entrar en el recinto o local sin cumplir los requisitos a los que la Empresa tuviese condicionado el derecho de admisión, a través de su publicidad o mediante carteles, bien visibles, colocados en los lugares de acceso, haciendo constar claramente tales requisitos.


La única publicidad consiste en un cartel en el que se puede leer “reservado el derecho de admisión” en el que no se le da mucha publicidad a los requisitos que suelen discriminar arbitrariamente. Pero el ignorante redil desconoce, como es lógico el RGPEAR.


Los requisitos suelen centrarse en el aspecto físico y vestimenta. El género menos simple, las hermosas féminas, lucen imponentes escotes, provocativas minifaldas, y vertiginosos tacones. Considerable cantidad de maquillaje acentúan su atractivo natural y disimulan las imperfecciones. Esto les hace ser aceptadas por el señor tan amable que espera en la puerta dejándolas pasar, no sin antes obviar en ocasiones la minoría de edad que queda totalmente compensada por el amplio desarrollo físico de la susodicha, recompensando su belleza con una invitación totalmente gratuita.


Una vez dentro del templo del desfase, bailarán al ritmo de la música contoneando el cuerpo de manera seductora emitiendo en todas direcciones un mensaje que tiene por contenido cada curva de su ser dejando a la imaginación otro tipo de situaciones en la que podría contonearse dichas formas femeninas.


Y eso es lo que quiere y está deseando ver e imaginar el género más simple del ignorante redil; cada una de las exuberantes y seductoras formas femeninas ya está dentro del templo de los placeres, han de seguirlas para poder imaginar como las disfrutan. Pero antes han de pasar el filtro del derecho de admisión, deben cumplir esos requisitos que nadie conoce pero que todos conocen. Han de cumplirse unos cánones que hagan juego con la indumentaria femenina. La ocasión requiere una vestimenta especialmente elegante, el vestir es un arte, lo dice todo de la persona y han de demostrar con ello que son totalmente merecedores de entrar y disfrutar. Una camisa y un polo, unos pantalones decentes y unos zapatos elegantes, eso es todo lo que piden, pero como han de demostrar su inteligencia, la camisa ha de llevarse por fuera del pantalón quedando colgando al ser más larga que el polo, así da “cierto” aspecto de informalidad para que las chicas no piensen que son unos estirados; respecto los pantalones, han de llevarse bien sujetos en la cintura. Lástima que no sepan aún donde está la cintura y la confundan con los muslos. Esto conlleva cierto problema, pero con unos calzoncillos decentes y elegantes el asunto queda solucionado.


Con esto ya demuestran quienes son, su manera de pensar, de sentir el mundo, y lo más importante, que son merecedores de traspasar las puertas del templo y ejercer su derecho de buscar el amor verdadero de una noche o incluso de quedarse en el intento.


Obviamente el señor tan simpático de la puerta no dejará entrar a esos seres con botas, vaqueros y chaqueta de cuero, que puedan perturbar el buen funcionamiento del negocio, pues saben bien que eso significa que no perteneces al redil de los ignorantes, ergo puede ser que conozcan el RGPEAR. Aunque eso es de otra historia.


Después de haber disfrutado una agradable, amena, y corta charla con ese señor trajeado tan simpático que juega al rugbi o al baloncesto y que debido a los caprichos de la economía busca un empleo complementario para poder llegar a fin de mes y que transmite su amabilidad a los clientes ejerciendo su función de relaciones públicas y haber conseguido la tan ansiada entrada al templo; nuestro redil ya está casi al completo reunido dentro.


Y como este es un lugar sagrado para mostrarse tal y como son, para despojarse de la máscara del día a día, sin falsedad, sin intentar ser otra persona; con total sinceridad pueden mentir.


Para soportar la competitividad o la pedantería de los demás componentes del redil, cada uno por separado intentará conseguir un estado de ánimo de tolerancia utilizando la poción de la felicidad que grabará una sonrisa en sus caras y quizá, quien sabe, una sirena de ambulancia en sus oídos para el recuerdo. La reparte por un módico precio los caballeros y señoritas de la barra. Con esta poción el relacionarse los unos con los otros es mucho más sencillo, pues pueden seguir con mayor facilidad los pasos de baile que requieren los ritmos que marca el Dj. A veces su sincera falsedad es tan atractiva que buscan elixires alternativos a la poción que mejoren su rendimiento innato.


Para eso está otro caballero muy amable que también pasó el derecho de admisión, es ya casi un monaguillo en el templo que es amado y querido por todos por su simpatía y por ser su labor más cercana a la persona. En definitiva, el servicio personalizado de este vendedor de ungüentos ambulante, que como no podía ser menos conoce perfectamente las leyes universales de la oferta y la demanda y de sistemas de mercado monopolísticos y las estrategias de cárteles en oligopolios. Así que a mayor escasez del bien en cuestión, mayor será su precio. A menos disponibilidad mayor será su precio. Y a mayor embriaguez del cliente más fácil le será su labor.


Este estado de meditación hace aún más factible el concentrarse en la interpretación de los papeles que han asimilado y en los rolles que creen que se espera de ellos. Logran sacar de ellos el más antiguo y básico de los instintos: la reproducción. La meta de todos ellos es triunfar, conseguir alcanzar la autorrealización de la que se han mentalizado.


Una noche invertida para por fin poder tener lo que ansían. El género menos simple invirtió mucho en poder conseguir un aspecto con el que triunfar. El género más simple trajo capital para poder ofrecer una invitación a la señorita a todo lo que pueda beber y un cómodo coche con el que acompañan, en ocasiones inconsciente, a casa.


Quizá, una chica que totalmente ebria anda como si fuera un pato cojo con una minifalda que no le permite mover las piernas con soltura mientras intenta mantener el equilibrio sobre los zancos que lleva por tacones, todo esto sin que se le salga el escote del sitio, por fin siente que ha merecido la pena todo ese sufrimiento cuando encuentra a su príncipe azul entre el bucólico panorama que la hará sentir mujer, gozar y disfrutar el goce y el disfrute intensificado por el efecto de las drogas en un caluroso, romántico y apasionado encuentro en el que tendrá lugar dos minutos de sexo para él y quizá la sensación de decepción, humillación y vergüenza para ella.


O a lo mejor, un chaval que intenta integrarse, ser uno más, aceptando las reglas del juego, cruzando el aro que todos cruzan acabara prendido y enamorado de esa chica que desesperada buscando un polvo se topa con él. Para ella no será más que uno más en su lista de polvos, a él quizá se le parta el corazón cuando después de haberle regalado la consumación carnal de su sentimiento dándole quizá el mejor trato que ella ha recibido nunca, vuelva a quedarse solo tras recibir de nuevo la humillación de sentirse utilizado.


Y lo que más mérito tiene de todo, el apuesto caballero maduro que inicia a una joven señorita, es la más viva imagen de la más alta realización del sentimiento de generosidad aceptado por el conjunto social; pues está bien visto por la ignorancia a la que sucumben.


En todos los casos siempre es un honor el que cada uno crea estar utilizando al otro y ser el más original utilizando su cohibida libertad.

 
Rubén Pérez Macías.

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