lunes, 16 de noviembre de 2015

Diógenes, el Gallo y la Academia*.

No ha dormido bien Diógenes, lleva bastante tiempo dándole vueltas a un asunto. Un asunto relacionado con La Academia de Platón. No le convence esa definición que Platón y los suyos dan del hombre, al que definen como “bípedo implume”, y no ha podido dormir porque cree que hay algo que no encaja en esa definición. Pero ya sabe lo que tiene que hacer.

Se acerca a un gallinero y, en un momento en el que cree que el dueño está distraido, trata de robar un gallo, sin embargo, en plena acción, es sorprendido por el dueño, que le increpa duramente: “¡oh, Diógenes el ladrón, dónde vas con mi gallo!”.

Diógenes no se arredra, simplemente razona, silogiza y le dice al dueño del gallinero: “¿a caso no dirás tú, amigo mío, que los dioses son dueños de todo lo que existe sobre la tierra?”

-Cómo no -responde el dueño.

-¿Y no crees tú que los sabios son, de entre los hombres, los que más cerca se encuentran de los dioses?

-Por supuesto lo diría...

-¿Y no crees tú, al mismo tiempo, que entre los amigos las cosas son comunes?

-Desde luego -afirma.

-Pues siendo amigos los dioses y los sabios, todas sus cosas serán comunes. Luego, las cosas de los dioses, todas las que hay sobre la tierra, también son de los sabios. ¿Estarás de acuerdo?

-Por supuesto, Diógenes -afirma el dueño.

-¿Y a caso no dirás tú -continúa Diógenes- que Diógnes el Cínico no es un sabio y por lo tanto amigo de los Dioses, y por lo tanto dueño de todo lo que hay sobre la tierra?

El dueño del gallinero tiene ya la boca abierta desde hace tiempo, entonces Diógenes remata:

-Así pues, como yo soy sabio y amigo de los Dioses, todo lo que hay en este corral, me pertenece.

El dueño mira a Diógenes con los ojos como platos, pero éste ya se aleja a grandes zancadas con el gallo. El dueño piensa que no merece la pena, que es una causa perdida.

Por el camino, Diógenes se va pensando si comerse el gallo o no comérselo, el hambre le aprieta duramente, está tentado de guisarlo enseguida, pero él sabe que las disquisiciones filosóficas son más importantes, y él ha cogido el gallo para otros menesteres, así que resiste la tentación... Eso sí, por el camino lo va desplumando, le quita todas las plumas, no le deja ni una, pero sin embargo, el gallo sigue con vida, lo ha tratado con relativo cuidado. Se dirige a la Academia, ni más ni menos.

Allí llega y, en seguida, ante el asombro de los discípulo y del mismo Platón, suelta ante ellos el gallo que echa a correr. Muerto de risa Diógenes exclama “¡Os he traído hombre, un bípedo implume, ahí lo tenéis”.
Platón, haciendo gala de ese aplomo que le caracteriza, se pone al frente de sus discípulos y le comenta a Diógnes “no te preocupes, añadiremos algo a la definición, el hombre es el bípedo implume con uñas anchas”.


*Extracto del postcast Vida de Diógnes, Héroes del Pensamiento.



No hay comentarios: