El bien es
lo que todos apetecen y el mal aquello que frustra el bien
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Entre
las cosas más valiosas que un ser humano puede entregar a otra
persona, se encuentra la confianza.
Si se traiciona la confianza queda un vacío, resentimiento,
frustración de no poder volver atrás y enmendar el error tras
haberse equivocado.
Aparece aquello de “si
lo hubiera sabido...”,
pero el caso es que precisamente no se sabía -por eso se actuó de
esa manera determinada-, así que es absurdo auto-flagelarse por
ello.
La
decepción
es una mezcla entre enfado y tristeza con un poco de frustración. La
decepción se da cuando alguien espera algo de otra persona. Se
espera un comportamiento, una conducta determinada de otro ser
humano. Al no darse este comportamiento se desvanecen las
expectativas
de quien las esperaba.
El
Amor
no deja de ser una expectativa, o mejor dicho, un
conjunto de expectativas.
Y esas expectativas buscan la satisfacción
individual.
El ser humano es egoísta
por naturaleza,
busca el bien para sí como cualquier otro ser vivo. Ya sea amor
hacia la pareja, familiares, amigos… pues el amor aparece en forma
de amistad, aprecio, cariño... siempre aparece en forma de afecto.
Se trata de la cercanía a una persona a la que se entrega la
confianza.
La
traición de la confianza, a la práctica, es la decepción. Pero no
se trata tanto de que quien traiciona actúa con malicia, como de que
el responsable de sentirse decepcionado es precisamente quien se
decepciona.
Nadie
puede pensar o actuar por otra persona, ni mucho menos dirigir su
conducta. Son pretensiones absurdas, pues cada
cual es libre
y el error es atribuir a otra persona los valores que uno tiene
esperando con ello que esta persona en cuestión parta de las mismas
premisas y llegue a las mismas conclusiones. Esa expectativa se
origina por la necesidad de aceptación para escapar
de la soledad,
conseguir la compañía necesaria para evadir la soledad no deja de
ser un acto que busca la satisfacción
individual.
Todo
esto se traduce en que queremos
que otro actúe tal y como nosotros actuaríamos.
Pero los seres humanos son singulares y “el
otro no eres tú y tú no eres el otro”.
Es decir, a cada cual le envuelven sus propias circunstancias que
influyen en su conducta, determinando las premisas y conclusiones
sobre las que basa su modo de proceder.
Volviendo
a la decepción, tras desvanecerse las expectativas, cuando sentimos
dolor, cuando sentimos que nos han hecho daño, cuando sentimos
sufrimiento después de que nos traicionen, o más generalmente,
cuando
nos joden,
no sé si se puede explicar de alguna manera el por qué, supongo que
será el amor propio que surge cuando se ataca a la satisfacción
individual para defender la integridad de la misma, pero surge una
necesidad
de resarcir
el daño causado, más conocida como venganza.
Los sentimientos positivos al frustrarse se vuelven negativos, se
invierten
los valores de lo bueno y lo malo
–que no son más que prejuicios
morales-,
y aparece el Odio.
Pongamos
el ejemplo más claro, el vacío
que se siente tras un desengaño amoroso. No es otra cosa que un
exceso
de energía.
Entendiendo esta como el conjunto de esfuerzos, tiempo y, en
definitiva, dedicación,
que se invierte en algo o en alguien en concreto. Al desaparecer el
objeto al que se destinaba esa energía (esfuerzo, tiempo,
dedicación), la energía no tiene un canal para desarrollarse. El
vacío es la falta de objeto. De ahí que los psicólogos recomienden
a sus pacientes deprimidos (frustrados, decepcionados...) que se
mantengan ocupados. Mantener el tiempo ocupado desarrollando
actividades -nuevas- implica que la energía sigue proyectándose
pero a otro objeto, objeto que al ser novedoso acentúa el interés y
motivación.
Se
ha dicho mucho del Amor. “el
poder del Amor”, “no hay fuerza más poderosa que el Amor”,
etcétera. Son sentimientos, emociones que consisten en atribuir
cualidades a otra persona.
Se le atribuyen valores unilateralmente.
Es decir, se está cayendo en el error de la expectativa, la cual,
seguramente, llegue a la decepción, lo que dará por resultado la
energía sin canal, sin objeto hacia donde proyectarla.
Muchas
personas al sufrir un desengaño amoroso buscan la sustitución. Esto
es un acierto y un error. Me explico:
Hay
que sustituir el objeto que recibe la energía, eso es correcto. Pero
no sustituir a una persona por otra atribuyéndole los mismos valores
que ocasionaron la decepción, es decir, buscar una copia cayendo en
la misma falacia. Esto
ocurre cuando se es dependiente de la necesidad, como cualquier otra
adicción. Así que
es más positivo que la compañía sea una OPCIÓN y no una
necesidad, para así no generar dependencia y ser dueños de nuestra
voluntad.
Dije
al comienzo que el Odio es una energía, o más acertadamente, una
fuente de energía. Y es exactamente igual de poderosa que el Amor,
pero mucho más eficiente si se sabe controlar.
Se
trata de la
misma energía
que tenía el amor, la misma. (del
amor al odio hay sólo un paso,
dice el refrán). Amor y odio no son dos cosas diferentes. ¿no es
verdad que cuando más se ama más daño hay, e incluso más
frustración? A más amor hubo, más odio hay, porque mayor ha sido
la decepción.
El
Odio es la energía del Amor pero sin sus debilidades, es decir, sin
sin atribuir valores sin fundamento a nadie. Se dice del odio que es
algo negativo, y también que cuando se odia algo o a alguien es
porque se le da importancia. ¡Exacto!
Se
odia porque antes se ha amado, de otro lado no se sentiría la
decepción en la que trae causa el odio y la cual se fundamenta en un
prejuicio.
Racional
o irracionalmente, buscamos resarcirnos: la Venganza. Llegados a ese
punto ya se ha encontrado objeto al que proyectar la energía: la
propia venganza.
Si
se llega a ser consciente de que se ha sufrido únicamente por haber
sido débil (estúpido, inocente, imprudente…), quien se equivoca
después podrá hacer ejercicio de reflexión e intentará mejorar,
(ya sea conocer a más gente, hacer actividades nuevas, salir de
viaje...) en definitiva, intentará crecer como persona, reinventarse
y enriquecerse. He ahí el nuevo objeto receptor de la energía
sustituto del objeto que frustró la expectativa. Ahora la nueva
expectativa depende en mayor medida de uno mismo y no de otra
persona, es decir, se
tiene control sobre las expectativas,
se es dueño de las consecuencias en lugar de esperar que otro
realice actos que conlleven una consecuencia concreta esperada.
Si
se fija bien, la venganza
no busca en este caso LA DESTRUCCIÓN del otro, que podría llevar
a la obsesión y, por ende, a la destrucción propia. Sino que en
este caso consiste en LA
CONSTRUCCIÓN,
en Mejorar. Por el camino se ha utilizado la energía del 'odio'
para hacer algo constructivo y no destructivo. La 'venganza'
se desvanece al crecer como persona, al buscar
el enriquecimiento.
No
importa la finalidad inicial que tuviera todo esto, que bien podría
tratarse de intentar ser más fuerte para destruir de manera más
contundente al otro y así ejecutar la venganza, sino que ahora se
trata de un
fin en sí mismo,
de mejorar por mejorar, disfrutar avanzando.
A
menudo hay gente a quien su pareja le deja, o pierde una amistad, o
cualquier otro tipo de relación, y piensa “voy
a mejorar para que me vea y se dé cuenta del error que ha cometido”.
Es algo absurdo, pero es el fin para el que comienza, el motor
inmóvil.
Aunque resulte que uno se da cuenta de que le apasiona seguir
mejorando y afronta con entusiasmo lo desconocido impaciente por
experimentar nuevas sensaciones y acceder a nuevos conocimientos. Se
trata entonces de una energía, una iniciativa que se dirige a la
CONSTRUCCIÓN y nada más.
Al
final triunfa el Amor, el Amor a uno mismo. El que nos ha empujado a
la reflexión, a la autocrítica constructiva para enmendar los
errores, aprender de ellos y ser lo Mejor posible.
Amor
y Odio no existen, existe la energía -en forma de dedicación- y el
cómo y para qué
se quiera utilizar, pues todo depende de la autonomía de la
voluntad.
La
energía no desaparece, se transforma; el amor y el odio, también.
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