Hábitos
de Vida
La
lectura es a la mente lo que el ejercicio es al cuerpo.
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Joseph
Addison no andaba, en absoluto, desencaminado con esta afirmación,
como tampoco se equivocaba al decir que nada
que se consiga sin pena y sin trabajo es verdaderamente valioso.
John
Locke, por otra parte, identificó la forma de propiedad contra la
que nadie puede reclamar: la
propiedad que cada cual tiene de su persona.
La idea ya había sido utilizada antes por Hugo Grotius, para quien
la personalidad engloba todo aquello que constituye al individuo,
incluyendo el cuerpo, las acciones, los pensamientos y creencias de
la persona. Locke expandió el concepto de propiedad sobre uno mismo
cuando recurrió a él en su teoría de la propiedad del trabajo:
“cada
hombre es dueño de su propia Persona. Nadie, salvo él mismo, tiene
derecho a ella”.(1)
Y
continuaba diciendo que “el
trabajo de su cuerpo, las obras de sus manos, podríamos decir, son
auténticamente suyas
”,
aunque por ahora esta parte no nos es relevante.
Partamos
de la base de que el cuerpo es la primera propiedad que una persona
adquiere, y además por Derecho Natural -que no divino-. Que yo sepa,
hasta ahora, solo tenemos un único cuerpo que poder utilizar y,
salvo prueba en contrario, una sola vida que vivir. No se trata ya de
que ese cuerpo único nos tiene que durar para toda la vida, que
también, sino que, mientras más se prolongue la utilidad del cuerpo
más durará la vida de quien lo posea, ya que son dos cosas
íntimamente ligadas. Es evidente en sí mismo. A más tiempo el
cuerpo esté funcionando, más tiempo se está vivo; tampoco hay que
ser un lumbreras.
Considero
entonces que, alguien que aprecie la vida en sí, como mínimo,
cuidará de su cuerpo. Y cuidar del cuerpo, además de necesario, es
algo bastante sencillo. Tan solo hay que asumir dos consignas
básicas: comer sano y moverse.
Respecto
a lo de comer sano, para ello no hay que ser ningún técnico en
nutrición; creo que la pirámide alimentaria es algo casi de cultura
popular. No saltarse nunca el desayuno, evitar cenas copiosas y, en
definitiva, llevar una dieta equilibrada -que no es lo mismo que
hacer
dieta-;
es recomendable cuidar
la alimentación habitual
-aunque a
nadie le amarga un dulce-.
Por
otra parte, el cuerpo también agradecerá algo de actividad física.
Hacer
ejercicio
no significa necesariamente convertirse en un triatleta profesional,
basta con tener una forma de vida más activa como caminar
diariamente, sacar el perro a pasear, utiliza las escaleras, e
incluso, para los más aventurados, dejar el coche aparcado e ir
andando. Y es que pasear, montar en bici o salir a correr,
representan una inversión de tiempo insignificante para el horario
diario y repercuten con notables beneficios en la salud de nuestra
preciada primera
propiedad.
Ha de incluirse el deporte como un aspecto más de la vida cotidiana,
sí, tanto por salud, como por mera distracción e igualmente
-sobretodo-, entrenar para sentir la
satisfacción de superarse.
Un estilo de
vida demasiado sedentario unido a una alimentación desordenada es,
como poco, completamente execrable.
El individuo
es todo aquello que le constituye, incluida la mente. Llamémoslo
inteligencia, pensamiento, raciocinio, ingenio o como se quiera
llamar. Si el cuerpo se puede mejorar, el intelecto no lo es menos. Y
si es necesario cuidar de nuestro cuerpo, mucho más lo es cuidar de
nuestra mente.
Y para cuidar
la mente, si bien nuestro cuerpo prefiere la comida sana, la mente
precisa de cultura. En este caso, la pauta a seguir no es otra que
leer, leer y leer. Y con lectura -quiero dejarlo bien claro- me
refiero a los libros. Paralelamente a la comida basura,
encontramos su homólogo intelectual en forma de la lectura
chatarra.
Darle de comer
al intelecto, ampliar conocimientos, en definitiva, tener un mínimo,
no ya de formación, sino de cultura ayuda, entre otras cosas, a no
pasear por la vida siendo un pedazo de madera corto y grueso, es
decir, un zoquete. Dudo mucho que a nadie le satisfaga ser un ceporro
incapaz de comprender nada. De la misma manera que se suele cuidar el
la apariencia superficial, es importante preocuparse por el aspecto
intelectual.
Para
más de uno esto puede suponer una pereza tan inusitada como aquella
que le impide a otros atarse las zapatillas de deporte. Tan necesaria
es la motivación
para leer como para cualquier otra tarea. Hay que leer, y mucho me
temo que la escritura no resulta el medio idóneo para enviar este
mensaje a quien necesita recibirlo. Si leer suscita aburrimiento, lo
lógico es leer por recreo. El
verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta 'el modo
imperativo', reflexionaba
Jorge Luis Borges.
Incluso
la persona más apática tiene aficiones
y curiosidades insatisfechas. Aprender es una actividad agradable en
la que invertir el tiempo.
Además, otra
razón de peso para mantener algún tipo de actividad mental es el
hecho de que nuestro cuerpo va sufriendo un deterioro paulatino
durante el paso de los años y, claro, el cerebro es parte del
cuerpo, lo que viene a traducirse en un desgaste de la capacidad que
tiene el cerebro de reunir información, razonar y extraer
conclusiones, es decir, el empeoramiento de nuestras facultades
mentales.
Enfermedades
como el alzheimer están al acecho, pero que no
cunda el pánico, es posible disminuir esta inevitable involución,
tan solo hay que hacer pesas con el
cerebro. Actividades como la música,
jugar al ajedrez o resolver sudokus ayudan a mantener la
mente en forma.
El
cuerpo y la mente necesitan ejercitarse y alimentarse evitando la
porquería. Ciertamente, la lectura
es a la mente lo que el entrenamiento es al cuerpo,
la práctica de ambas disciplinas aportan calidad
de vida y enriquecen como persona a
quienes tienen estos hábitos consagrados. Cada uno se lo debe a sí
mismo.
Qué
menos que ser una persona física e intelectualmente cultivada. A
partir de ahí trabajar con firmeza y entusiasmo por superarse, por
el reto de mejorar. Reto que solo es posible afrontar con
determinación, constancia y rectitud. Formación
intelectual y entrenamiento físico
indudablemente favorecen la realización
personal.
Es
conveniente cuidar la alimentación, ejercitarse y leer; ser una
persona sana y culta. Pero como ya se apuntó, cada
quien es dueño de su propio cuerpo, por lo que puede hacer lo que
estime conveniente y oportuno. La
elección es de cada uno.
-Nuestro
español bosteza.
¿Es
hambre? ¿Sueñzo? ¿Hastío?
Doctor,
¿tendrá el estómago vacío?
-El
vacío es más bien en la cabeza.
Antonio
Machado
(Campos de Castilla 1917)
(1)
Revista Libertas 3 (Octubre 1985) Instituto Universitario ESEADE
www.eseade.edu.ar TEORIA DE
LA PROPIEDAD DE JOHN LOCKE: PROBLEMAS DE INTERPRETACIÓN, Karen I.
Vaughn . Traducido de Literature of Liberty, vol. III, N° 1,
primavera de 1980. Derechos cedidos
por el Institute for Humane Studies, California, EE.UU.
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