Llevabas arañas en la carrocería y dos dados sobre el salpicadero que corrían de un lado a otro en cada curva.
Cuántas veces parecía que me ibas a dejar tirado, y cuántas otras resucitaste de nuevo. Cuantas veces me deje las luces encendidas, y cuantas veces te tuvieron que empujar.
La radio, no era muy moderna, pero bajo el capó, a pocos tenías que envidiar. Pocos te comprendían, y muchos se asombraban y luego te querían.
A pesar de las suelas gastadas, no importaba la noche, el hielo, la humedad, la oscuridad ni la velocidad. Nunca dejaste de pisar la carretera y nunca me fallaste.
Te vi nadar y te vi volar. Eras mucho más que metal, tú también eras Heavy. Juntos quemábamos biblias, juntos cruzábamos la línea y huíamos a toda velocidad.
Decenas de viajes fugaces en los que confiábamos el uno en el otro y te dejabas mecer por el viento al compás de los acordes que sonaban por tus viejos altavoces cascados.
Centenares de historias en las que amigos y enemigos te conocieron. En tantos lugares fuiste amado; y aún hoy hay sitios en los que temen que aparezca tu faro derecho fundido por la noche.
Dedicado a un Renault 5, mi Oasis.
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